martes, 18 de mayo de 2010

El éxito de TORTILLA FLAT o la simpatía por el débil



“Te digo, Lázaro, que más debes al vino que a tu padre, porque tu padre una vez te dio la vida pero el vino mil veces te la dio”. Así alecciona el ciego al Lazarillo de Tormes tras el episodio de la longaniza, mientras unje de vino su cara descalabrada de paria de la Tierra. Pero la frase, en otro sentido, bien podrían aplicársela a sí mismos los protagonistas de Tortilla Flat, tan granujas y tan pobres como Lázaro e igualmente aficionados a empinar el codo.
Tomar el sol, no dar golpe, estafar a sus vecinos y trasegar cantidades ingentes de vino peleón son las actividades habituales de Danny y Pilón y Pablo y Jesús María Corcorán. Pero también, como harapientos caballeros andantes, hacer el bien, proteger a los desamparados y ayudar a todo el mundo, aunque su filantropía tenga a menudo tintes filibusteros. Si la moralidad de los paisanos, como la de Lázaro, es más que dudosa, sus intenciones no pueden ponerse en duda: son siempre nobles.
Esa ambivalencia está presente en todas las acciones de los amigos de Danny: salvan de la miseria a la familia de Teresina Cortez, aunque luego la dejan embarazada (“trató inútilmente de recordar cuál de ellos era el responsable”); propinan una fenomenal paliza a Big Joe el Portugués por haber robado el tesoro del Pirata pero luego curarán con mimo sus heridas y le otorgarán el perdón junto con un vaso de vino; engañan a Torrelli, se acuestan con su mujer, lo arrojan de casa a puntapiés y, mientras brindan, concluyen (y el deseo es sincero): “Deberíamos hacer algo bueno por Torrelli”.
Y es que en Tortilla Flat resuenan los ecos de la mejor literatura picaresca europea -del ya citado Lazarillo de Tormes al aventurero Simplicísimus- en cómica mezcolanza con las leyendas caballerescas. Los paisanos, pícaros modernos que juran defender a los débiles, son comparados con los caballeros de la Tabla Redonda, con Rolando y Robin Hood, bien que las virtudes clásicas del héroe se vean aquí trasmutadas en vagancia, ebriedad, lujuria y bravuconería. Los amigos de Danny son unos golfos con corazón de oro.
Lo cual provocará no pocas escenas humorísticas. Resulta difícil contener la risa siguiendo el hilo del razonamiento de Pilón para despojar al Pirata de sus ganancias “por su propio bien”. O al escuchar cómo Jesús María censura virtuosamente al estafado Torrelli: “A esta hora de la mañana y ya borracho...”. Las jugosas conversaciones en el porche de la casa de Danny enlazan paródicamente con los relatos eróticos del Decamerón; las desopilantes aventuras amorosas de los amigos, con la novelería del amor cortés y sentimental que parte del Renacimiento para llegar a nuestros días. Trapaceros e ingenuos, leales y cínicos, los paisanos siempre terminan por hacer las paces con el mundo; a poder ser, con un vaso en la mano.
¿Es entonces Tortilla Flat una comedia, una novela de humor? Sin duda. Pero también, y sobre todo, una historia profundamente lírica, llena de ternura y buenas intenciones: un canto a la amistad, la camaradería y los placeres sencillos, con sus ribetes de misticismo y un final agridulce y melancólico.


Hace poco, alguien que no ha leído aún Tortilla Flat (y que espero lo haga en esta nueva versión) me preguntaba si la novela tiene alguna relación con la que puede considerarse la obra maestra de John Steinbeck, Las uvas de la ira. Algo tienen en común –contesté- y es lo siguiente: Steinbeck siempre se pone de parte de los humildes.
Abiertamente liberal, incluso izquierdista, el escritor californiano mostró en toda su obra una profunda simpatía por los trabajadores, los inmigrantes y los excluídos del sistema, una simpatía moldeada en el conocimiento directo de sus duras condiciones de vida cuando, al principio de su carrera, hubo de ganarse la vida con los más variados empleos. Sus ideas y sus críticas del lado más siniestro del capitalismo le acarrearon a menudo ataques y censuras. Las uvas de la ira fue prohibida en California durante varios años y el FBI mantenía abierto un extenso expediente sobre él. Steinbeck no era, sin embargo, un hombre de partido y fue igualmente acusado por la izquierda oficial y el Partido Comunista de “tibieza ideológica”. Su causa, lejos de cualquier dogmatismo, no era otra que la del hombre corriente, sus alegrías, su dolor y su lucha.
Ahora bien, si Las uvas de la ira es un durísimo alegato contra la injusticia social, Tortilla Flat presenta el reverso idealizado y amable de ese mundo de desposeídos que las gentes “respetables” contemplan como una amenaza a su estilo de vida. Steinbeck publica Tortilla Flat en 1935 (fue su primer éxito de crítica y público), sólo dos años antes de Ratones y hombres y cuatro de Las uvas de la ira. Pero a pesar de la cercanía temporal, Danny y sus amigos están aún muy lejos de las dolorosas peripecias de George y Lennie y de la familia Joad. Ciertamente, toda la obra de Steinbeck está impregnada de lirismo, pero en distintas vetas: dulce y risueño en El pony colorado y Tortilla Flat; amargo en Ratones y hombres, Las uvas de la ira o La perla. Poesía, en cualquier caso, nacida de la compasión y la simpatía por el débil.

NUESTRA EDICIÓN
Para esta nueva traducción de Tortilla Flat (que recupera el título original de la novela y trata de corregir los errores de anteriores versiones) nos hemos basado en el texto de la edición inglesa de Penguin de 1950. Traducir, ya es un tópico repetirlo, implica traicionar en cierto modo el estilo y las intenciones del autor. Hemos intentado, respetar uno y otras hasta donde ha sido posible, dejando fuera, no obstante, algunos rasgos que pudieran tener su importancia. Me referiré tan sólo a uno: los giros arcaizantes (mezcla de dialectalismo y afectación formal) que los personajes utilizan ocasionalmente en sus conversaciones: “Vos sois, vos tenéis”... Los registros castellanos con los que pretendimos reproducirlos (un voseo como el argentino o un lenguaje cercano al habla del Siglo de Oro) no resultaban naturales y podían representar un estorbo para el lector. Finalmente, se impuso obviar esos matices que, no obstante, quedan implícitos en el tono y contenido de los diálogos.
Se han respetado, en cambio, las numerosas expresiones chicanas, propias del marco fronterizo en que se desarrolla la obra y que tan bien conocía John Steinbeck, oriundo de la cercana Salinas, “una bonita ciudad”, como afirma Jesús María Corcorán, “ese dechado de humanismo”.
Pero acaso no tan bonita como la propia Tortilla Flat.


José Luis Piquero
Islantilla, diciembre de 2007

7 comentarios:

  1. Enhorabuena por abrir el BLOG, encantados de teneros ¡blogizados!
    Besos mil Gemma, os seguimos, encantados...

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  2. Enhorabuena, y encantados de teneros blogizados, os seguimos encantados... Hasta el fin del mundo.
    Besos Gemma.

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  3. Felicidades por el blog recién estrenado y por Tortilla Flat. Yo me lo leí hace un año o así y me gustó bastante. Ahora tengo otro par de libros de Navona en la estantería esperándome xD

    Saludos!

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  4. No ha podido tener mejor comienzo el blog de Navona. Enhorabuena "paisanos".

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  5. Mi momento favorito del libro es cuando miden las borracheras: "Espiritualmente, los tragos pueden graduarse así: justo bajo el gollete de la primera botella, conversación seria y reposada. Cuatro centímetros más abajo, tristes y dulces nostalgias. Cinco centímetros más, recuerdos de viejos amores felices. Dos centímetros, recuerdos de viejos amores desdichados. Fondo de la primera botella, una vaga tristeza general. Gollete de la segunda botella, negro e impío abatimiento. Dos dedos más abajo, una canción sobre la muerte o la añoranza. Un pulgar, cualquier otra canción que uno conozca. A partir de este punto cualquier cosa puede ocurrir."

    Gracias, señor Mostaza (he tomado nota del duende ebrio).

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  6. Felicidades por la iniciativa, estaré pendiente de las entradas.

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